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Las trabajadoras sexuales se enfrentan a múltiples agresiones en medio de la ola de violencia que sacude El Salvador.
El Salvador es el país más pequeño de América Central, pero también el más densamente poblado.
Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen, El Salvador tiene una de las
tasas de homicidios más altas del mundo, y también se considera un epicentro de una crisis de
pandillas, junto con Guatemala y Honduras, con las que comparte fronteras. Todos los días, entre
200 y 300 personas se ven obligadas a migrar desde El Salvador. Algunos lo hacen para mejorar su
situación económica, pero muchos otros se ven obligados a irse bajo amenaza de muerte.
La Asociación de Mujeres trabajadoras sexuales Liquidambar, miembro de NSWP, nos dijo que
aunque todos los habitantes de El Salvador sufren violencia, las trabajadoras sexuales enfrentan
tipos muy específicos de ella. La Coordinadora de Liquidambar comparte con NSWP algunas
experiencias de la actual ola de violencia en El Salvador.
Las trabajadoras sexuales de El Salvador han protestado durante mucho tiempo por la violencia a
la que tienen que hacer frente las trabajadoras sexuales en el país, incluida la de las pandillas que
operan en el país. Liquidambar informa que las pandillas obligan a las trabajadoras sexuales a
pagar 60 dólares para que las dejen trabajar y, si no pagan, las golpean o incluso las matan.
También ha habido informes de que los dueños de bares obligan a las trabajadoras sexuales a
tener relaciones sexuales con ellos o con sus clientes sin pagarlas, y las obligan a endeudarse
comprando ropa, lencería o perfumes a crédito sabiendo que no podrán pagar.
La anterior directora de Liquidambar fue asesinada por orden de uno de estos dueños de bar,
dice la actual coordinadora, los mismos dueños de bar vigilan a las trabajadoras sexuales para
que no puedan salir libremente de los locales. Esto no solo es una violación de sus derechos, sino
también un obstáculo para acudir a los servicios de salud cuando lo necesitan”.
Esto es particularmente complejo para las trabajadoras sexuales que viven con el VIH. Muy pocas
mujeres que se identificaron como trabajadoras sexuales y que viven con el VIH acuden para
recibir su tratamiento.
La coordinadora de Liquidambar dijo que ya existen barreras para que las trabajadoras sexuales
accedan a los servicios médicos que necesitan ya que El Salvador está organizado con una
estructura de zonas, que controlada cada una de ellas por una pandilla que no permite la entrada a
las personas que no pertenezcan a esa zona . La mayoría de las veces, los servicios de salud están
ubicados en una zona fuera del lugar donde viven las personas, por lo que tienen miedo de ir allí,
incluso si se trata de citas médicas.
Liquidambar hace un gran esfuerzo para llevar unidades médicas a las zonas de trabajo sexual,
para que las trabajadoras sexuales no tengan que arriesgar su seguridad al ingresar a zonas donde
no son bienvenidas. Pero no es fácil: los dueños y gerentes de clubes nocturnos a menudo no
permiten que las trabajadoras sexuales acudan libremente. A algunas de ellas las llevan ellos
mismos en sus propios autos a hacerse análisis clínicos, pero no a todas ellas". Solo llevan a 5 ó 6
mujeres, cuando hay 40 ó 50 trabajando en cada club nocturno. Y se quedan allí como
guardaespaldas, vigilando lo que dicen, nos dijo Liquidambar.
Tampoco nos permiten darles charlas informativas. Solo si nos acompaña el Cuerpo de Agentes
Metropolitanos o la Policía Nacional Civil. Pero la Policía no es un aliado en la mayoría de los
distritos de San Salvador [la capital de El Salvador]”.
La situación económica de algunas trabajadoras sexuales es extremadamente crítica, y algunas
trabajadoras sexuales afirman que incluso solían lavar condones para reutilizarlos. Liquidambar
trabaja arduamente para informarles sobre los riesgos, y para fortalecer su confianza en sí mismas
y su autoestima y asegurar el acceso a preservativos gratuitos, para que puedan estar seguras sin
que ello suponga para ellas una carga financiera.
En medio de esta ola de violencia, la coordinadora de Liquidambar se mantiene firme, clara, e
incluso optimista. Hemos hecho muchas cosas a pesar del hecho de que algunas trabajadoras
sexuales están desapareciendo. A pesar de que nos extorsionan y nos matan, no todo es negativo.
Hay cosas buenas, como nuestro club de trabajo sexual donde reciben charlas y condones, y
nuestros dos comités para la prevención de la violencia y la convivencia ciudadana con las
trabajadoras sexuales”.